MI MUNDO SINGULAR

Y aquí me encontraba yo, como tantos días, en mi salita de estar, sentada frente a mi máquina de coser Alfa confeccionando unos trajecitos a mis tres hijos, Toñín, Aurora y Francisco.  Me gusta llevarles siempre arregladitos y bien conjuntados los domingos cuando vamos a misa y luego salimos a dar un paseo por los jardines del Prado.  ¡Ay, los jardines del Prado! Siempre evocan en mí tan bellos recuerdos… Ahí fue donde conocí a mi Argimiro, mi adorado esposo.  Nos habíamos cruzado alguna vez por El Prado e intercambiado saludos, hasta que, en una de esas ocasiones, paseando yo con una amiga cerca de la fuente de las ranas, se paró frente a mí con su porte señorial y, quitándose el sombrero, me miró con sus profundos ojos azules:

- ¡Buenos días doña Irene!
- ¡Buenos días don Argimiro!
- ¿Sería usted tan amable de terminar su paseo por el Prado asida de mi brazo? 
- ¡Cómo no don Argimiro!
 Y, desde aquel paseo, nuestros corazones no han parado de latir rápidamente cada vez que estamos juntos.

Me encantan los domingos porque es el único día que mi esposo no trabaja y podemos pasarlo en familia.  Por la tarde, solemos hacer alguna excursión o picnic por los alrededores de la comarca.  Ayer, por ejemplo, nos fuimos al río.   A los niños les encanta chapotear en el agua y correr por la orilla salpicándose y persiguiéndose o jugar con la arena.  Mi marido y yo, mientras tanto, les observamos y damos un paseo cogidos de la mano, como si fuéramos novios primerizos y, de vez en cuando, mi Argimiro me asesta un cachete en el trasero.

- ¡Argimiro, por favor! ¡Qué van a pensar si nos ven!
- ¿Pues qué van a pensar si eres mi mujer?
- ¡Anda, anda… haz el favor! ¡Que no quiero dar que hablar a la gente! -le digo intentando ocultar mi sonrisilla.

El sonido de la máquina Alfa mientras le doy al pedal hace que abandone mi ensimismamiento y vuelva a lo que estoy haciendo… los hermosos trajecitos de mis niños.  ¡Qué bonitos me están quedando!  La verdad es que se trabaja muy bien con estos tejidos, los compré hace un mes en “casa Felisa”, que siempre tiene la última tendencia en telas.

De repente, oigo el sonido de unos tacones por el pasillo y me giro para ver quién puede ser.  Entonces, veo a mi hermana acercándose a la salita:

- ¡Hola hermana querida!- le digo sonriente.
- ¡¡Pero mamá… qué estás haciendo!! ¡¡Has destrozado la mantelería que te compré ayer!!
- Mira, estoy haciendo un trajecito para los niños, ¿te gusta?
- ¡Ay mamá, has destrozado ya tres mantelerías este mes!  ¿Es que no te das cuenta?
- ¡Ay hermana querida, no sé qué estás diciendo!… Compré estas telas el otro día en casa Felisa para hacerles un trajecito a los niños.
-¡Qué niños mamá!  Yo soy tu hija y tengo ya 50 años, Francisco tiene 53 y Antonio 48.
-¿Dónde está Argimiro?...  Quiero ver a mi Argimiro…
-Mamá, papá murió hace cinco años.
De repente, siento como si me hubiesen asestado un golpe mortal y el mundo se me cayera encima.  Me siento totalmente descolocada…  ¡Qué barbaridades está diciendo esta señora que me llama mamá!...  ¿Qué significa todo esto?... Un terrible sentimiento de pena invade mi ser y las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas.
- Venga mamá… no llores.  Anda… acompáñame, vamos a dar un paseo.

Acompaño a mi hermana hasta la entrada y salimos al descansillo de la escalera.  Tras cerrar la puerta, mi hermana se dirige a lo que ella llama ascensor y, tras abrirse una extraña puerta metálica, entramos en el singular habitáculo.  

- Buenos días -digo.
- ¿A quién dices buenos días mamá?
- A la señora que está frente a mí.
- Mamá, es un espejo… esa señora que ves eres tú.
- ¡Anda, anda, anda!...  ¡Qué estás diciendo!...  ¡Pero si esa señora es una anciana!  Además, es la primera vez que la veo.  No sé quién será, la verdad.
Cuando la puerta del ascensor se vuelve a abrir, salgo con mi hermana del brazo y me giro hacia atrás viendo cómo la pobre anciana se queda dentro.
- ¿Pero… es que no va a salir del ascensor?
- No mamá, se va a quedar ahí dentro, como todos los días…
- ¡Ay pobre!, con lo agradable que es la mujer…

Y, tras darme un cariñoso beso en la frente, mi hermana me coge del brazo y abandonamos el portal las dos juntas.

Marisa Cancela Aguado

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